De Steven Meissel
Sufrir por amor nos envejece y nos pone feas. Es justo lo contrario a lo que sucede cuando nos enamoramos y estamos felices: se nos ve radiantes, nos brilla el pelo, la mirada, la piel, y todo el mundo nota nuestras noches de amor.
Cuando sufrimos se nos marcan las ojeras, las bolsas, las arrugas, se nos borra la sonrisa, se nos opaca la mirada y se seca la piel.
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