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Ningún amor es ilegal

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Lo dice hasta Amnistía Internacional: amar es un derecho humano universal.

Todos los seres humanos tenemos los mismos derechos en el ámbito afectivo, sexual y emocional. Tenemos derecho a amar a quien queramos, y a que nos quieran. 


Todos los seres humanos tenemos los mismos derechos en el ámbito afectivo, sexual y emocional. Tenemos derecho a amar a quien queramos, y a que nos quieran. 

Parece algo muy sencillo pero en realidad no todas las personas que habitan el planeta pueden vivir sus amores con libertad. 





Vivimos en una cultura que reprime la expresión de nuestras emociones, que nos obliga a contener y controlar los excesos emocionales, que nos ofrece modelos de amor basados en un único esquema de pareja heterosexual monogámica, y que condena todas las desviaciones de la "norma amorosa". 

Por eso las lesbianas, las bisexuales, los gays, las transexuales, los adúlteros, las poliamorosas, las parejas de ancianos, las parejas de niños o las parejas de diferente clase socioeconómica, han de ocultar sus relaciones cuando no están bien vistas en su comunidad porque se desvían de esta "normalidad". 

La normalidad no es natural, sino construida. Cada cultura tiene sus normas, prohibiciones, tabúes, costumbres amorosas, de modo que en cada una de ellas se promueven unos modelos y se condenan otros. En muchos casos las relaciones que se desvían de estas normatividad han de ser vividas en la clandestinidad o han de ser eliminadas, invisibilizadas o rotas. 




Los castigos para los y las que se desvían de la norma  son variados: pueden ir desde una simple condena social desde el entorno próximo (aislamiento, rumores, rechazos), hasta una pena de cárcel o de muerte, como sucede en un gran número de países donde los homosexuales son golpeados y torturados, las lesbianas sufren "violaciones correctivas" y las mujeres casadas que han querido divorciarse o son infieles a sus esposos son apedreadas hasta la muerte. 

Por todo esto se hace necesario reivindicar una serie de derechos fundamentales en el ámbito afectivo, sexual y sentimental: porque están siendo pisoteados a diario en muchos países del mundo. Son millones las personas que no pueden vivir su amor por miedo a las leyes que prohíben determinados tipos de relación sexual/sentimental. 

Es preciso que defendamos el derecho a querernos como nos plazca, a juntarnos como deseemos, a probar formas más bonitas e igualitarias de relacionarse. Tenemos derecho a construir las relaciones desde la libertad y no la necesidad, a probar nuevos esquemas de relación, a construir relaciones sin la carga de prejuicios y estereotipos que hoy posee. 


Legalicen el amor: ¿por qué es ilegal enamorarse?


Porque el amor es el amor,  y afortunadamente cualquier puede sentirlo y vivirlo, forma parte de nuestra condición humana. Tener afectos es algo fundamental para nosotros y nosotras, tenemos derecho a poder elegir y construir nuestras relaciones de afecto, de erotismo, de pasión, inventar nuevas categorías amorosas más allá del romanticismo patriarcal, querernos sin poseernos... o seguir los patrones tradicionales. Pero desde la libertad para elegir y siempre respetando los derechos humanos  y las libertades propias y ajenas. 

Estos derechos se aprenden con el respeto y la empatía hacia los otros, la sensibilidad hacia sus sentimientos/emociones, las ganas de relacionarnos desde el cariño, la sinceridad plena y la comunicación fluida.  Y con mucho amor por el prójimo.

Tenemos que visibilizar la importancia del derecho a amarse con libertad, porque lo personal es político: nuestras comunidades deberían poder garantizar estos "derechos emocionales" para todos sus habitantes. 











 Amar, pues, ni es pecado ni delito: es un derecho fundamental. 




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